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La práctica sexual que mejora el orgasmo y reduce la ansiedad

El psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin explica en qué consiste esta técnica.

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Por qué dicen que ayuda a reconectar con el deseo.

En la vivencia de la sexualidad, el orgasmo suele ocupar un lugar central, sobre todo dentro de un modelo que lo plantea como la meta principal. Este enfoque, frecuente en representaciones tradicionales, tiende a minimizar la importancia del juego erótico, el contacto sensorial y la conexión emocional. El deseo muchas veces se transforma en una urgencia por llegar al clímax. Esa aceleración puede hacer que se pierda la riqueza de las sensaciones corporales y del encuentro con la otra persona”, señala el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin.

Frente a esa lógica, hay prácticas que proponen “desacelerar” para reconectar con el cuerpo y el deseo. Una de ellas es el edging, que consiste en interrumpir el avance hacia el orgasmo en el momento en que aparecen sus primeras señales. Puede practicarse a solas o en pareja, y busca intensificar la experiencia placentera. 

¿En qué consiste el edging?

“El edging es una técnica que propone detener la estimulación sexual cuando comienzan las primeras señales del clímax. Se baja la intensidad, se cambia el foco o se detiene por completo para continuar después”, explica Ghedin. La práctica requiere un acuerdo previo, sobre todo cuando se realiza en pareja. “Cada persona puede usar una señal verbal o corporal para indicar si desea pausar o seguir. Esa comunicación es clave para evitar malentendidos o decisiones unilaterales”, aclara. En lugar de pensar el juego erótico como un paso previo al orgasmo, el edging plantea valorarlo como una experiencia completa, donde el placer no depende exclusivamente del desenlace. 

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Diez beneficios del edging, según un sexólogo

Walter Ghedin destaca una serie de ventajas que puede ofrecer esta práctica, tanto a nivel personal como en las dinámicas vinculares: 

  1. Refuerza la conexión: cuando se acuerda previamente, se convierte en una experiencia compartida. 
  2. Mejora la comunicación: favorece el uso de señales para respetar los tiempos de cada persona. 
  3. Se adapta a distintas situaciones: puede practicarse en solitario o en pareja, sin depender de una técnica específica. 
  4. Amplía las posibilidades eróticas: permite combinar el coito con la masturbación mutua, con indicaciones claras. 
  5. Ayuda a regular la respuesta orgásmica: resulta útil en casos de eyaculación precoz o dificultad para alcanzar el orgasmo. 
  6. Favorece el conocimiento corporal: permite identificar qué sensaciones anuncian el clímax. 
  7. Disminuye la ansiedad sexual: al quitar presión sobre el rendimiento o el resultado esperado. 
  8. Reduce la autoexigencia: baja la crítica interna sobre el desempeño sexual. 
  9. Enriquece el encuentro: al prolongarlo, se abren nuevas formas de exploración. 
  10. Aumenta la sensibilidad genital: la interrupción y el reinicio incrementan la irrigación sanguínea y la intensidad de las sensaciones. 

Otra forma de habitar el deseo

“El edging invita a cambiar el ritmo. Propone habitar el deseo sin apuro, sin obligaciones ni mandatos”, concluye Ghedin. Como toda práctica sexual, requiere confianza, comunicación clara y consentimiento. En ese marco, puede convertirse en una herramienta valiosa para ampliar la experiencia del placer y reconectar con las propias sensaciones.

Fuente: Clarín.

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