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Especialistas argentinas le bajan el tono a las alarmas por el uso de talco

El mineral, empleado de manera corriente en cosmética y toda clase de polvos corporales, podría reemplazarse a mediano plazo por productos equivalentes.

Salud06 de julio de 2024
talco
Talco.

La Organización Mundial de la Salud realiza una vigilancia constante de los productos de uso y consumo cotidiano por parte de las poblaciones. En esta oportunidad, la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el cáncer (IARC) --que pertenece a la OMS-- clasificó al talco como “probablemente cacerígeno”. Fue en el marco de una publicación protagonizada por un equipo de 29 expertos del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer en la prestigiosa revista The Lancet Oncology. Si bien la evidencia que indica la probabilidad de causar cáncer de ovario en seres humanos es limitada, hay exámenes en animales y estudios complementarios que avalan esta decisión. Fue ubicado en el “Grupo 2A”, que corresponde al segundo escalón más alto en la pirámide de identificación de peligros.

Desde la IARC expresaron que “exhibe características clave de carcinógenos en células humanas y de sistemas experimentales”. Y continúa: “La clasificación del Grupo 2A es el segundo nivel más alto de certeza de que una sustancia puede causar cáncer. Hubo numerosos estudios que mostraron consistentemente un aumento en la incidencia de cáncer de ovario en humanos que informaron el uso de talcos corporales en la región perineal”. Vale destacar que más allá de las alarmas que provocan estas noticias, la novedad no implica que todos aquellos que usaron talco pueden desarrollar un tumor, pues esto depende del contacto y del grado de exposición que cada individuo haya tenido con el producto. Valeria Segatori, investigadora del Conicet en el Centro de Oncología Molecular y Traslacional de la Universidad Nacional de Quilmes, comenta y le baja el volumen a las alarmas: “La evidencia del desarrollo de cáncer en personas expuestas al uso de talco son limitadas y, sobre todo, no están bien descriptas cuáles son las condiciones de esa exposición, es decir, la cantidad de sustancia y frecuencia. No es lo mismo una persona que asiste habitualmente a una cantera y que trabaja donde se extrae y se empieza a procesar el talco, que cualquiera de nosotros que lo utilizamos en nuestra vida cotidiana. Habría que realizar más ensayos para tener pruebas concluyentes.

“La evidencia en humanos es limitada, lo que apunta, desde mi perspectiva, a que el talco se vaya reemplazando paulatinamente en la industria farmacéutica o cosmética, de la misma forma que se están reemplazando algunos compuestos que antes sí se usaban y ahora se usan menos”, expresa en la misma línea la biotecnóloga Nadia Chiaramoni. En definitiva, hay una distancia entre la recomendación de un organismo de prestigio como es la OMS y las políticas públicas que operan sobre la regulación del mercado que luego los Estados terminan por instrumentar.

Evidencias y riesgos

El talco, de uso corriente en hogares, es el producto de un mineral extraído en diversas partes del mundo. La carátula de “probablemente cancerígeno” para los seres humanos es el resultado de exámenes realizados puntualmente para cáncer de ovario, y también con animales de laboratorio. “A nivel de laboratorio, la evidencia parece ser más sólida a priori. Tanto en animales como en células en cultivo, se describe una mayor proliferación de esas células tumorales. Estos estudios demuestran que esos efectos son inducidos por los minerales que componen al talco, pero todo depende de las condiciones a las que se sometieron los animales, por ejemplo”, explica Segatori. El problema principal, como identificaba la especialista, se vincula con el proceso de extracción, molienda y procesamiento, por lo que las personas con mayor exposición son aquellas involucradas en algún eslabón del trabajo productivo. Mientras que la exposición de uso corriente por las poblaciones se vincula con el uso de cosméticos y polvos corporales que lo contienen. Asimismo, también pueden hallarse alimentos y medicamentos, aunque este empleo no fue tan reportado por la comunidad de expertos.

Ahora bien, para poder comprender la información en todo su contexto, vale la pena advertir que el nivel 2A que se le otorgó al talco en esta ocasión, también es la misma que identifica a otras prácticas como el consumo de carne roja, así como el trabajo en turnos nocturnos. Pertenecen al mismo grupo no por el riesgo, sino por la cantidad de evidencia científica que respalda la decisión. Por este motivo, la clasificación, lejos de limitar su uso y el acceso por parte de la población, opera como una señal de concientización al respecto.

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Antecedentes que explican la decisión

Los estudios internacionales y la lupa sobre el talco se profundizó tras un juicio entre la farmacéutica Johnson & Johnson (J&J) y decenas de Estados de EE.UU., tras ser acusada de haber provocado cáncer. Sin embargo, la evidencia es variopinta al respecto, porque más allá de la decisión de la OMS, existen estudios que no hallaron una correlación estadística significativa entre la utilización de talco y el cáncer de ovario. Sin embargo, para hallar los primeros antecedentes, es necesario remontarse medio siglo atrás, cuando la preocupación de la comunidad científica se relacionaba con las afecciones de salud que podrían causar la combinación del talco con el amianto o asbesto.

En la misma jornada, la OMS clasificó como “cancerígeno” (grupo 1) al acrilonitrilo, un compuesto que tradicionalmente se utiliza en el proceso de producción de polímeros. Suele componer, por caso, desde alfombras y piezas de automóviles, hasta ropa y productos plásticos. En este caso, recibió la etiqueta luego de estudios que comprobaban su conexión con el cáncer de pulmón a partir de “pruebas suficientes” y “pruebas limitadas” para cáncer de vejiga. Fue ubicado en el mismo escalafón que otras prácticas como el fumar o la exposición a la radiación proveniente del Sol. A medida que avanza la ciencia disponible, lo que en el presente es probablemente cancerígeno puede mañana no serlo, o bien, directamente estar prohibido para su uso. Así es como funciona el conocimiento científico que, a medida que desplaza las fronteras de lo posible, va alumbrando nuevas certezas y plantea otras preguntas.

Fuente: Página 12.

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