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The Ramones en Argentina: pasión sin límites

La banda icónica del punk rock visitó 7 veces nuestro país y a lo largo de 9 años construyó una relación más que especial con sus fanáticos.

Insert Coin 16 de septiembre de 2022 Peluca Guzmán.
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Durante los 90, decenas de artistas de rock y pop internacional de renombre visitaron nuestro país. Pasaron los Rolling Stones, Guns and Roses, Michael Jackson, Madonna, Paul McCartney y muchos otros. Pero un grupo estrechó un vínculo especial con los argentinos: The Ramones.

En el ocaso de sus 22 años de carrera y a más de 8.500 kilómetros de distancia de Nueva York, conocieron a un público fiel y efusivo, capaz de protagonizar alocadas demostraciones de fanatismo que rememoran la beatlemanía de los 60.

Siete visitas entre 1987 y 1996 fortalecieron la relación entre la banda punk y los argentinos. En esos nueve años, los Ramones y sus fans escribieron numerosos capítulos de una historia que aún no termina: presentaciones en la televisión (junto a Mario Pergolini en La TV ataca); extensas entrevistas en la Rock and Pop que incluían incursiones del cantante Joey Ramone oficiando de DJ; el anuncio de su despedida; incidentes en una boletería antes del último show en River; y un ex integrante, Dee Dee, bajista original, que se enamoró de una adolescente argentina, Bárbara Zampini, y se quedó a vivir un tiempo en la localidad bonaerense de Banfield.

La “Fiebre Ramonera” era tan grande que durante el verano del 96, la banda llegó a su punto máximo de exposición en el país. Había, incluso, algunas revistas que se lanzaban solo para sacar un póster o una edición fuerte de Ramones, y luego desaparecían.

Marky Ramone, el mítico baterista de los Ramones, dijo que es “asombroso” el amor de los fans en el país por la banda, algo que relacionó con la energía de sus canciones y el hecho de que siempre visitaron este lado del mundo.

Pero como siempre decimos, “todo tiene un principio y un final”. Hace ya más de 25 años, Ramones anunciaba su último concierto en nuestro país, una noticia que enloqueció a todos los fanáticos y obviamente, los inundó de tristeza y desesperación por conseguir ese ticket que valía oro en materia de sentimentalismo.

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El 16 de marzo de 1996 fue un sábado agobiante de un verano que parecía lejos de terminar. Dentro del estadio de River Plate, las más de cuarenta mil personas hacían que los niveles de oxígeno sean los de un altiplano en la
cordillera, y había que saber dosificar energías para ver seis bandas desde las seis de la tarde y durante más de cinco horas. Uno de los condimentos que hicieron que el show estuviera a la altura de las circunstancias fue el cartel: tres bandas locales tributarias de los Ramones como Superuva y 2 minutos, ambas en ascenso y en un gran momento, y Attaque ’77, quienes además contaban con éxito masivo.

Acto seguido, los alemanes Die Toten Hosen sacudieron a un público que todavía ingresaba al estadio, con un show intenso, festivo y con un Campino desaforado. Inolvidable, sí. Pero seguía Iggy Pop, toda una institución que le disputaba el cartel cabeza a cabeza con los propios Ramones. Si bien no fue una las formaciones más destacadas, y traía un álbum olvidable, el repertorio plagado de éxitos propios y de su etapa con The Stooges demostró que ver a Iggy Pop en acción nunca dejará de ser una experiencia llena de adrenalina.

Cerca de las diez de la noche comenzó a sonar el mantra introductorio del film El bueno, el malo y el feo. Los violentos sucesos del microcentro tuvieron un efecto publicitario, y el concierto de los Ramones en River fue transmitido en vivo por un canal abierto. Se rumoreó que habría invitados de lujo: Eddie Veder viajaba de gira con los Ramones, y Dee Dee, bajista fundador y mítico personaje de la escena neoyorkina de los ’70, se encontraba viviendo ¡en Banfield!, así que por qué no imaginarlo. Nada de eso ocurrió.

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El cantante de Pearl Jam acompañaba como parte de la comitiva de amigos y no para cantar en vivo (sí lo haría en el concierto final, meses más tarde), y Dee De se sintió “ninguneado” por la banda, y a último momento agotó las esperanzas de que subiera a cantar 53rd & 3rd.

Entonces, el show fue casi exactamente el mismo que hacían desde los últimos años: con alguna rotación a medida que sacaban algún disco nuevo, los Ramones tocaban las mismas canciones en el mismo orden, dentro de una misma estructura y tras una misma escenografía.

Poco después del fin de los Ramones, sus integrantes originales fueron quedando en el camino víctimas de enfermedades y excesos. Y con la muerte de sus fundadores, salieron a la luz las disputas internas, las mezquindades y desventuras, un infierno que quemaba tanto al nombre del grupo como a ellos mismos. Pero nada de eso impidió que el legado de los Ramones fuera transmitido generacionalmente, y que la dimensión de su obra haya sido reconocida de manera apropiada.

Argentina tuvo la suerte de asistir a esa sobrevida que tuvieron esos cuatro neoyorquinos obreros del escenario que, con el aliento que les quedaba, consiguieron la motivación necesaria para remar unos años más, y hacer
felices a miles de jóvenes olvidados por la modernización y las nuevas reglas del mercado.

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