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Varios países y empresas privadas tienen al satélite terrestre en la mira en una carrera por los recursos y el dominio del espacio.
Mundo15 de junio de 2024
Estamos en plena fiebre lunar. Un número creciente de países y empresas privadas tienen al satélite terrestre en el punto de mira en una carrera por los recursos y el dominio del espacio. Pero, ¿estamos preparados para esta nueva era de su exploración? Las imágenes de la bandera china desplegada en la Luna generaron titulares este mes. Es el cuarto alunizaje del país asiático y la primera misión que ha traído de vuelta a la Tierra muestras de su cara oculta. En los últimos 12 meses, India y Japón también han posado naves espaciales en la superficie lunar. En febrero, la empresa estadounidense Intuitive Machines se convirtió en la primera compañía privada en poner un módulo de aterrizaje en la Luna. Y hay muchas misiones más que están en marcha.
Por su parte, la NASA quiere enviar de nuevo a seres humanos a la Luna. Sus astronautas de la misión Artemis tienen previsto alunizar en 2026. China dice que enviará humanos en 2030. Y en lugar de visitas fugaces, su plan es construir bases permanentes. Pero en una época de un renovado impulso por parte de grandes potencias, esta nueva carrera espacial -después de la iniciada en la década de 1960- podría hacer que las tensiones en la Tierra alcancen la superficie lunar. “Nuestra relación con la Luna va a cambiar radicalmente muy pronto”, advierte Justin Holcomb, geólogo de la Universidad de Kansas (EE.UU). La rapidez de la exploración espacial está “superando nuestras leyes”, afirma.
Un acuerdo de la ONU de 1967 establece que ningún país puede reclamar la propiedad de la Luna. En su lugar, el Tratado del Espacio Exterior dice que nos pertenece a todos y que cualquier exploración debe llevarse a cabo en beneficio de toda la humanidad y en interés de todas las naciones. Aunque suene muy pacífico y colaborativo -que lo es-, la fuerza motriz del Tratado del Espacio Exterior no fue la cooperación, sino la política de la Guerra Fría. A medida que aumentaban las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial, se temía que el espacio se convirtiera en un campo de batalla militar, por lo que la parte clave del tratado era que no se podían enviar armas nucleares al espacio. Más de 100 naciones lo firmaron. Un factor nuevo e importante es que las misiones lunares modernas no son solo los proyectos de naciones, sino que también compiten empresas privadas.
En enero, una misión comercial estadounidense llamada Peregrine anunció que llevaría a la Luna cenizas humanas, muestras de ADN y una bebida deportiva con su marca. Una fuga de combustible impidió su llegada, pero suscitó el debate sobre cómo encajar el envío de este ecléctico inventario con el principio de que la exploración debe beneficiar a toda la humanidad. “Estamos empezando a enviar cosas allí solo porque podemos. Ya no hay ningún tipo de lógica o razón”, afirma Michelle Hanlon, abogada especializada en temas espaciales y fundadora de For All Moonkind, una organización que trata de proteger los lugares de aterrizaje del Apolo. “Nuestra Luna está a nuestro alcance y ahora empezamos a abusar de ella”, advierte.
Pero aunque los viajes privados vayan en aumento, los gobiernos de los países siguen siendo en última instancia los actores clave en todo esto. Sa’id Mosteshar, director del Instituto de Política y Derecho Espacial de Londres, afirma que cualquier empresa necesita la autorización de un Estado para ir al espacio, la cual estará limitada por los tratados internacionales. Entrar en el selecto club de los viajeros a la Luna sigue teniendo mucho prestigio. Tras el éxito de sus misiones, India y Japón pueden presumir de ser actores espaciales mundiales. Y una nación con una industria espacial próspera puede dar un gran impulso a la economía a través del empleo y la innovación. Pero la carrera por la Luna ofrece un premio aún mayor: sus recursos naturales.
Aunque parece bastante árido, el terreno lunar contiene minerales, como tierras raras, hierro, titanio y helio, que se utiliza en todo tipo de productos, desde superconductores hasta equipos médicos. Las estimaciones del valor de todo esto varían enormemente, desde miles de millones a trillones de dólares. Así que es fácil entender por qué algunos ven en la Luna un lugar para hacer mucho dinero. Sin embargo, también es importante tener en cuenta que se trataría de una inversión a muy largo plazo, y que la tecnología necesaria para extraer y devolver estos recursos lunares está aún muy lejos.
En 1979, un tratado internacional declaró que ningún Estado u organización podía reclamar la propiedad de los recursos lunares. Pero no fue muy popular: solo 17 países lo firmaron y entre ellos no se encuentra ninguno que haya estado en la Luna. De hecho, EE.UU. aprobó en 2015 una ley que permite a sus ciudadanos e industrias extraer, utilizar y vender cualquier material espacial. “Esto causó una tremenda consternación entre la comunidad internacional”, dice Michelle Hanlon. “Pero poco a poco, otros siguieron su ejemplo con leyes nacionales similares”, entre ellos Luxemburgo, Emiratos Árabes Unidos, Japón e India.
Algo que podría ser el recurso más demandado de la Luna es uno sorprendente: el agua. “Cuando se analizaron las primeras rocas lunares traídas por los astronautas del Apolo, se pensó que estaban completamente secas”, explica Sara Russell, profesora de ciencias planetarias del Museo de Historia Natural de Londres (Reino Unido). “Pero entonces se produjo una especie de revolución hace unos 10 años y descubrimos que tienen pequeños restos de agua atrapados en cristales de fosfato”. Y en los polos de la Luna, dice, hay aún más: las reservas de hielo de agua están congeladas dentro de cráteres. Los futuros visitantes podrían utilizar el agua para el consumo, para generar oxígeno e incluso para fabricar combustible para cohetes, dividiéndola en hidrógeno y oxígeno, lo que les permitiría viajar de la Luna a Marte y más allá.
Estados Unidos intenta ahora establecer un nuevo conjunto de principios rectores en torno a la exploración -y explotación- lunar. Los Acuerdos Artemis establecen que la extracción y el uso de recursos en la Luna deben hacerse de forma que se cumpla el Tratado del Espacio Exterior, aunque dicen que podrían ser necesarias algunas normas nuevas. Más de 40 países han firmado hasta ahora estos acuerdos no vinculantes, pero China es una de las ausencias más notables. Para algunos, las nuevas normas para la exploración lunar no deberían estar dirigidas por una sola nación, en este caso EE.UU. “Esto debería hacerse a través de las Naciones Unidas porque afecta a todos los países”, señala Sa’id Mosteshar.
Aunque hay mucho espacio en la Luna, las zonas cercanas a los cráteres llenos de hielo son los principales objetivos lunares. ¿Qué pasará si todos quieren el mismo lugar para instalar una base? Y una vez que un país ha establecido una, ¿qué impedirá que otro establezca otra demasiado cerca? “Creo que existe una interesante analogía con la Antártida”, afirma Jill Stuart, investigadora de política y derecho espacial de la London School of Economics (Reino Unido). “Probablemente veremos bases de investigación que se instalan en la Luna como se hace en ese continente”.
Fuente: La Nación.

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