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Los riesgos de considerar al celular como un juguete

Cada vez más chicos acceden a un smartphone, dispositivo que los satura de impulsos y no deja mucho margen a la imaginación.

Sociedad26 de agosto de 2024
celular chicos
Nos encontramos con que cada vez más chicos acceden a un smartphone.

Hace tiempo que las compañías de celulares dirigen sus publicidades a usuarios cada vez de menor edad. También se volvió un movimiento natural que padres y madres entreguen sus equipos a hijas e hijos para que se “entretengan” mientras los grandes atendemos otros asuntos. ¿Debería primar alguna restricción a la hora de ofrecerles un celular? Recuerdo una campaña publicitaria de una empresa de telefonía de años atrás, un agosto, mes de las infancias. Se llamaba “Mi primer teléfono celular”, como si fuera un juguete más. En simultáneo, se escucha aún el viejo jingle que dice “regale amor, regale juguetes, regale cariño…”. Pero entonces: ¿El celular es un juguete?

Un juguete invita a imaginar, a crear un mundo de fantasía, y en ese proceso uno se convierte en activo protagonista. Sobre un juguete se proyectan historias. En el ámbito de la psicología, a los juguetes los denominamos objetos de transición: un otro que opera por uno, un alter ego necesario para estabilizar la vida fundamentalmente durante la infancia. Pero resulta que nos encontramos con que cada vez más chicos acceden a un smartphone, dispositivo que los satura de impulsos y no deja mucho margen a la imaginación. Sin querer, los adultos los introducimos en un mundo donde la dimensión de la otredad se diluye y se expande, en cambio, la sensación de consumo del otro.

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Es un hecho que el celular ha dejado de ser un objeto con el cual uno puede comunicarse a la vieja usanza, es decir, hablando. A través de este, el otro se vuelve cada vez más espectral, porque ya no necesito escuchar su voz en tiempo real, sino desfasada o muteada o convertida en texto y atravesada por una escritura intervenida por emoticones. Una interacción que no representa demasiado compromiso afectivo. Para el filósofo y ensayista surcoreano Byung Chul Han, en la comunicación digital el otro está cada vez menos presente, porque el smartphone genera una compulsión que denomina “háptica”, en la que todo pasa por el tacto del dedo. También comienza a diluirse el asombro, que es la base del aprendizaje, porque el tacto del dedo índice, que se desliza sobre la pantalla, hace que todo resulte disponible y por supuesto, consumible.

Las imágenes digitales transmutan el mundo en información disponible, en una hiperrealidad. De esta manera, el smartphone genera una confusión sobre la percepción de la realidad porque está mediada por una pantalla. Pero el poder más inquietante y perturbador del smartphone es que genera dependencia. No prohíbe ni quebranta nuestra voluntad, sino que sirve a nuestras necesidades, explica. Por dar solo un ejemplo, estimula los comportamientos adictivos con el scrolleo sin fin.

Escuchamos a menudo que hace falta más empatía entre las personas, pero confundir un celular con un juguete no estaría fomentando precisamente la construcción de subjetividades atentas al dolor del otro, sino de personas ensimismadas y blindadas emocionalmente. Deberíamos poner sobre la mesa cuáles son los límites del comercio y la publicidad en un mundo que estimula el hiperconsumo a cualquier precio, sin tener en cuenta las consecuencias sobre la subjetividad de cada niño o niña. Psicólogo y autor del libro Los Príncipes Azules Destiñen: supervivencia masculina en tiempos de deconstrucción (Galáctica Ediciones 2023) y de la nouvelle juvenil El viaje de Camila.

Fuente: Ámbito.

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