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¿Cuál es el origen de la siesta?

El origen de esta tradición, data del siglo XI y proviene de una de las reglas de San Benito.

Para Saber 24 de octubre de 2020
SIESTA

La siesta es una costumbre extendida en la mayoría de las provincias del interior de Argentina y en muchos pueblos de Latinoamérica, aunque menos en las grandes ciudades.

Fue en el siglo XI cuando en la antigua Roma se empezó a hablar de: reposo y tranquilidad en la hora sexta, una de las Reglas de San Benito. “La hora sexta” comprendía la franja de tiempo entre las 12 y las 15 horas del día, donde todos los religiosos debían acostarse en el lecho en silencio para descansar y retomar energías para el resto del día.

Nosotros relacionamos a la siesta con el sueño pero, en realidad, la siesta es el reposo (acompañado o no del sueño) que suele seguir a la comida del mediodía. El que disfruta de una siesta entonces, duerme un rato o simplemente se relaja unos instantes del almuerzo.

Los detractores de esta costumbre la relacionan con holgazanería pero, en realidad, existen varios estudios que afirman que unos minutos de relax en la mitad del día ayudan a recuperar energías, descargar ansiedades, desbloquear la mente y estimular la creatividad. En lugares con altas temperaturas, donde el clima del medidodía es agotador, la siesta se convierte en la excusa perfecta para resguardarse del calor excesivo y no perder fuerzas.

Pero, como en todo en la vida, el equilibrio es fundamental, ya que el prolongado descanso vespertino podría alterar el ciclo normal del sueño. Los especialistas recomiendan siestas entre 15 y 30 minutos diarios y nunca más de 40.

En las grandes ciudades suele escucharse la queja famosa de “no tengo tiempo para la siesta” porque en la mayoría de los casos se la confunde con la acción de “meterse en la cama a dormir”; sin embargo, un simple relax de 20 minutos en algún sofá basta para aliviar tensiones, descansar y seguir con las actividades. Otras investigaciones aseguran que el efecto reparador de este descanso previene el envejecimiento y alarga la vida. De hecho, los efectos inmediatos de una buena siesta se reflejan en la luminosidad de la cara y en el buen humor. 

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